martes, 13 de abril de 2010

Anterior y preludio

El día se conjuró de sobremanera y resplandeció
pálidamente un punto fugaz en el otro lado del cerro.
Aturdido el espejo quiso llorar y al verme me mostró;
entonces como sonaba la luz en el cuarto agreste.

Cantando los sabios luceros describieron algo que
nunca supe si era irreal o algo inventado.
Hubo un mundo tan pequeño metido en los cajones
y tan efímera era la olorosa sensación que se metió
en mis fosas nasales que al momento de exhalar escupí fuego;
Los canales de agua se sometieron al frío de la madrugada
y congelados echaron una nevada ligera y transparente.

Vallan los pichuelos a enterarse del don que tienen;
vallan los árboles a dejar de respirar nuestro aire;
Valla el solsticio de primavera a cantar con gracia y elegancia.

Estamos atrapados.
Hambrientos.
Aullando al cielo gritos;
nadie capaz es de traducirlos.

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