viernes, 29 de enero de 2010

Pensamientos sagases

Cuatro luces. Se trata de un sueño imperdonable. Un carro alegórico compuesto de versos muertos, de lunas llenas arrepentidas. Estoy en mi cuna solitaria esperando nuestra caída.

Un alma anhelada. Dos puntos del arcoíris, inicio y fin. Son cosas moribundas y señuelo para mis ojos inmaduros. Sin vergüenza caen los cielos encima de las nubes. Ellas lloran de dolor.

Ellas lloran y lloran.

Acrecientan los augurios de los coros de la catedral, acrecientan un eco de poca frecuencia
que se asemeja el latido de un piano con una cuerda rota y oxidada por la gravedad.

Los lugareños del fin del mundo cogen tierra del suelo. La tragan porque la tierra es fértil.
Y las patas de mis pies se debilitaron, ya no puedo sostenerme en ellos. Ni en nadie más.

Se rompieron y doblaron.

Caminas a través de mis bajos pensamientos. Eludiendo a los murciélagos que conservan vida dentro de mi cerebro. Quizá los espantes y pueda pensar en como escribirte mientras estoy muerto.

Los pegasos vuelan lejos de la mansión embrujada. Emigran a lugares más mágicos y más míticos. Lugares menos malditos y menos espantosos. Lugares donde nadie pueda ponerles las manos.

Ellos vuelan lejos, muy lejos.

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