La suavidad del hecho de respirar Sobresaliente y desesperado aire.
Abriendo mis ojos aturdidos y girando alrededor del perfil desavisado.
Trotantes manos se estrujan con el ambiente vacío; evidentemente.
Hay imaginación tan tonta y agradable, donde las sensaciones dominaron.
Tan cerca los sonidos rebotan y la luz se refracta con ropajes y entonces
las puertas de la perspectiva se cierran para darle único paso a una figura.
Aquel despechado origen de las emociones cava un túnel subterráneo,
Demostrando que tan hondo se encuentra. Que largas son las raíces nutridas.
Una perturbación en los alrededores, se percibe en la piel y donde la vista no llega.
Una canción tenue y vibrante se apodera de la noción perdida dentro de los bolsillos.
Notas y ritmos cáusticos e indoloros capaces de provocar el sueño en la mente desprotegida.
Ser el escucha y el pensante es tan diferente que nada parece erróneo sino hasta perder el momento. Ese instante que desglosa las deducciones en algo genéticamente desigual.
Tantos minutos van en una misma dirección y todos sin contenido ni algo que rescatar.
Horas silentes graban una ignorada preocupación que florece luego de dejar de pensarlo tanto.
Ya van muchos meses en los cuales algo siembra y riega una faceta que se diluye bajo la tierra.
Acostumbrado está el aura a no ver nada, a hacer que ciega es y que nada sucede en las afueras del cuerpo. Más allá de los límites no impuestos y las letras sin uso alguno.
Estás acercándote sin saberlo al centro del planeta. Lejos de la capa externa o interna de el mismo. De cualquier mundo se esperaría derrumbarse escondido en el llano de invierno.
De cualquier instinto se escapa lo que pegado a las válvulas o a la aorta está ahora y en este mismo instante. De cualquier pensamiento se espera hallarte durmiendo y creciendo, adentrándote cerca de los sistemas y complejas materias propuestas por está emoción.
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