Y entonces fuiste tu;
quién dibujó el lienzo,
quién derramó el viento,
quién besó nuestra travesía.
De repente un suspiro frío;
que me quemó la espalda,
que entumió mis brazos,
que un escalofrío me saco del cuerpo.
Tu mano rosando con la mía;
casi como una fantasía
donde los ojos te veían viajando
y sonriéndome a la distancia.
Y el violín, absurdo sonido.
Y tú empuñándolo sobre la nada.
Ella dijo: “Mi corazón te pertenece”
Él respondió (casi susurrando): “Tu haces mi vida cierta, dentro de lo incierto”.
Y ella contestó: “bendita yo quién es capaz de recordarte con cada aliento”
Él con un aire tierno le dijo: “Nuestra realidad se acaba de confundir con el sueño”
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