Ahora que los cuartos están ordenados,
Y mi presencia es la única faltante
el adviento nos engaña los ojos,
abrazar nuestras manos,
morir en nuestros ojos.
Mi corazón enfriado
busca quién ore por su alma;
¿Quién será el dueño de sus latidos?
El enganche ah unido mis sabidurías
a tu figura facial,
a la seguridad del candado.
Ahora que hemos subido los escalones,
ahora que viste mi universo muerto,
enfermo de soledad,
has conocido todo lo que puedo llorar.
Sálvame de mi mismo;
como solíamos acrecentar
los segundos silenciosos;
Los rostros restantes
y los pasos que faltan por dar.
El valle del infierno es engañoso.
Pero a los ojos hay que cuidar.
Estoy ahogado en la muerte
de ser torturado por tu
omnipresencia.
La escena es donde,
sólo un final puede prevalecer de la obra teatral.
O los dos o ninguno
y en tu repertorio olvidé partes de mis pieles.
Es hora
de detener la hemorragia
y debatir sobre seguir muriendo en mis vidas
o despertar y conocer los secretos a mi existencia.
¿Cómo puedo abrir los ojos (no los parpados) y verte en frente?
Me muero recostado en la tumba de lo que quise para conseguirte.
Es como si las memorias se precipitaran como un juego de dominós.
Y te veo abrazándome, susurrándome al oido que estarás en la cima del árbol.
Y yo te amo.
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